jueves, 24 de abril de 2014

Hablamos de... El Valle del Asombro de Amy Tan


Para hacer una crítica veraz de lo que me ha parecido “El Valle del Asombro”, no se me ocurre nada mejor que exponer la espiral de emociones a la que me he visto arrastrada. En fin. Debe ser que tengo una vida poco interesante. O que soy muy friki. Allá vamos:

1. Leyendo la notica del próximo lanzamiento: ¡Oh Dios mío! – Palmas sudorosas, ojos brillantes - Amy Tan ha escrito un nuevo libro. Ha de ser mío.

2. Leyendo la contraportada con el libro entre mis manos: ¡Que buena pinta! La idea no es rompedora pero al fin y al cabo, escribió El Club de la Buena Estrella. Definitivamente he de darle una oportunidad.

3. Empezando a leerlo: Hmmm, esta historia me quiere sonar de algo… ¿Pero de qué?

4. Tras 30 páginas: ¿Acaso es un homenaje a Memorias de una Geisha? Es la única explicación para que hasta una de las protagonistas principales se llame igual en las dos novelas…

5. Tras 60 páginas: ¿Quizás esta es la manera de decirnos que Arthur Golden era un sinónimo de Amy Tan durante todo este tiempo es esta? – Búsqueda en Google de la teoría. Teoría descartada.

6. Tras 100 páginas: Creo que Amy Tan ha secuestrado a Arthur Golden y mientras ella tomaba mojitos en Punta Cana, él ha sido el que ha estado escribiendo El Valle del Asombro.

7. Tras 200 páginas: Que mujer tan desgraciada.

8. Tras 300 páginas: Que mujer tan desgraciada. ¿Qué va a pasarle ahora?

9. Tras 400 páginas: Que mujer tan desgraciada. ¡Por favor! ¿¡¿¡¿Qué más puede pasarle ahora?!?!?!

10. Tras 500 páginas: Ah, pues si podía ser peor si…

11. Tras 547 páginas: ¿Ya está? ¿Todos tan contentos?

En conclusión, tragedia tras tragedia y final precipitado. Le concederé que engancha (a mí por lo menos). Esperaba bastante más. Al fin y al cabo, escribió El Club de la Buena Estrella.
P.D: Arthur, si estás leyendo esto y te encuentras encerrado en algún oscuro sótano, por favor, trata de ponerte en contacto con el exterior y sobre todo, no pierdas la esperanza.

lunes, 31 de marzo de 2014

Mente en blanco

Creo que, en ocasiones, es necesario dejar de pensar.

Eso no quiere decir que nos olvidemos de como respirar, comer o cualquier otra función vital, si no, simplemente, deleitarnos con algo sencillo y poco desafiante, intelectualmente hablando. Y creo que a raíz de esta necesidad, las cadenas de televisión se nutren llenando la parrilla de cualquier cosa. CUALQUIER cosa. Pero esto ya es otra historia.

De vez en cuando (como por ejemplo últimamente), me gusta leer cosas sencillitas. Y las disfruto eh… Me entretienen y no me avergüenza confesarlo... Pero claro… como para escribir una entrada pues no dan.

Así que esta mañana se me ha ocurrido contar un poco donde he echado mi tiempo literario “intrascendente” últimamente. Y mientras lo meditaba he pensado la fina línea que separa los libros facilitos y entretenidos de los bodrios…

           La saga Divergente: Pues sí. Me he leído los tres. Divergente, Insurgente y Leal. Sin titubear demasiado. Y me han gustado. E iré al cine a ver la peli (sin llegar al extremo de ir disfrazada). Mundo futurista apocalíptico. Me gustan “Los juegos del hambre” así que supongo que tiene cierto sentido.

          Las horas distantes: Leer este libro denota en mi cierto grado de sadomasoquismo ya que no me gusta NADA Kate Morton, pero los astros se alinearon: un ordenador del trabajo que necesita un ebook encriptado, un ebook que no funcioan cuando está encriptado y sin posibilidades de conseguir otro ordenador en un remoto país… Y la autora no me decepcionó, sigue siendo tan mala como siempre. Si me apuras, hasta un poquito peor.  Y no es que sea snob con este tipo de novelas, pero si algo bipolar. Si me gusta Sarah Lark (En el país de la nube blanca y sucedáneos) pero no me gusta Katherine Pancol (Los ojos amarillos de los cocodrilos y sucedaneos). Puede que tenga que visitar a un loquero.

          Esposa por la mañana: No me lo acabe. Cuando llegue al punto de “Prefiero astillas en los ojos” decidí que era suficiente. A su lado, el libro que escribí con 7 años acerca de mi peluche favorito parece “El Quijote”. La verdad es que viendo el título y la autora, se auguraba un desenlace semejante. Entono el mea culpa.

Por mejorar un poco mi imagen (después de la última confesión es algo complicado), también he leído, y  me han gustado mucho “La curiosa peregrinación del chico sin color” y “Las ventajas de ser un marginado”.

Qué difícil es a veces no pensar.

martes, 14 de enero de 2014

When life gets on the way... Canadá de Richard Ford.

Estimados lectores,

Muchísimas gracias por seguir visitando el blog. Os debo mis más sinceras disculpas por este parón pre- y post- vacacional, pero he tenido mucho lio y no he podido sentarme a escribir nada decente (si es que lo demás lo es). Escribí unos cuantos borradores, pero no me gustaban y los acababa descartando.

Literariamente también me he estancado.Con un libro muy concreto y conocido, que esperaba con impaciencia y que me regalo las 225 primeras hojas mas soporíferas que he leido en mucho tiempo. Y luego, a partir de ahi, se convierte en otro libro. Y este si me gusto. Y mucho. Pero claro, las dischosas 225 páginas no me las quita nadie. Se trata de Canadá, de Richard Ford. He leido por ahi que el Sr. Ford tiene fama de ser lentísimo (lo confirmo) debido a su dislexia. Y que esta novela ha tardado en publicarla 20 años porque al principio no le convenció. A lo mejor le paso como a mi y estuvo 18 años y medio con las primeras 225 páginas y el restante con lo demás. No lo sé.

El libro trata de un chico de 16 años (Dell Parsons) cuyos padres roban un banco, son detenidos,  y se ve forzado a marcharse a Canadá para evitar que asuntos sociales sea quien se encargue de él.

¿Que porque no lo dejé? Pues porque Richard Ford, describe como nadie y yo quería volver unas horas a Canadá, pais en el que he vivido y que me encanta. Así que seguí y lo acabé. Me alegro de haberlo hecho, pero preferiria tener el poder de la tipa de Neutrex, y viajar al pasado para hacerme un resumen de 3 lineas, decir porque hoja empezar, y emplear mi tiempo para otras cosas. Y es que hay muchos libros y poco tiempo.